El 10 de octubre de 1868 comenzó un enfrentamiento civil entre españoles que tendría como escenario la isla de Cuba. De un lado estaban los españoles cubanos y peninsulares que deseaban que la isla continuara perteneciendo a España como una más de sus provincias; del otro lado estaban los españoles cubanos y peninsulares que deseaban la independencia de la isla e instaurar un gobierno republicano. Las dos posiciones habían estado perfilándose a lo largo de cincuenta años, alimentándose según los avatares de la política española en la península, para acabar enfrentándose justo en el momento en que unos militares españoles de la península organizaban un golpe de estado, lograban que la reina Isabel II abandonase el país y formaban un gobierno provisional progresista y liberal presidido por uno de ellos.

La coincidencia de las fechas ha llevado a algunos a pensar que el levantamiento insurreccional de Cuba, realizado tres semanas después del golpe militar del almirante Topete y los generales Prim y Serrano, se realizó como respuesta al pronunciamiento de la península. Nada más lejos de la realidad. Durante los cincuenta años anteriores, las aspiraciones de los españoles cubanos de conseguir los mismos derechos que los españoles de la península fueron frustrados una y otra vez, hasta que llegó un momento en que se decidieron por la insurrección armada como vía para lograr sus objetivos. La coincidencia en fechas con los acontecimientos de la península solo fue eso, una coincidencia.