"Nunca tan cosa buena vido, llena de árboles, todo cercado el río, hermosas y verdes y diversas de las nuestras son sus flores, con su fruto cada uno a su manera; aves muchas, y pajaritos que cantaban muy dulcemente” [...] “Es la isla más hermosa que ojos hayan visto”. (Palabras de Cristóbal Colón para describir la isla de Cuba el 28 de octubre de 1492.)
Cuba entró en la historia de la mano de Cristóbal Colón. El 27 de octubre de 1492 el almirante, que traía rumbo suroeste procedente del actual archipiélago de las Bahamas donde había descubierto varias islas, se topó con una amplia costa que se extendía frente a él a derecha e izquierda de su vista; los indígenas que el almirante había embarcado llamaban a esa tierra isla de Colba. Tras una intensa lluvia nocturna, al día siguiente desembarcó en una exuberante bahía, llena de una vegetación impenetrable, la actual bahía de Bariay, en Playa Blanca, en la costa nororiental de la isla de Cuba, en la provincia de Holguín. Elocuentemente, describió el lugar como “la isla más hermosa que ojos hayan visto”.
El almirante bautizó el lugar como Puerto de San Salvador, donde actualmente existe un obelisco que recuerda el hecho, y denominó a la isla como isla Juana, en homenaje al príncipe Juan, primogénito y heredero de los Reyes Católicos. Los españoles permanecieron poco tiempo en el lugar; Colón navegó hacia el oeste y se internó en la cercana bahía de Gibara; siguió navegando y posiblemente llegó hasta la zona de la actual Nuevitas[01]; en la distancia vio grandes chozas “bien barridas”, animales domésticos, e ídolos bien labrados. Los indígenas parecían más desconfiados que los encontrados en las islas anteriores, pues desaparecían nada más desembarcar los españoles.
El 1 de noviembre los vientos del norte le obligaron a retroceder y buscar refugio en la costa. Entonces se enteró que a cinco leguas vivía un poderoso señor en un lugar llamado Cubanacán[02]; Colón envió a Rodrigo de Jerez y Luis de Torres, acompañados de dos indios a modo de intérpretes, con cartas de los Reyes Católicos para establecer una alianza y explorar el lugar en busca de oro y especias. Los exploradores llegaron hasta las proximidades de lo que actualmente es la ciudad de Camagüey, donde fueron recibidos con gran solemnidad por los magnates de una población de unos mil habitantes. Finalizada la embajada, regresaron con noticias sobre la amabilidad de los habitantes, la fertilidad de las tierras, de las numerosas agrupaciones de cuatro o cinco casas que habían encontrado y de su extraña costumbre de chupar y aspirar un humeante canuto hecho con varias hojas enrolladas; pero sin noticias de riquezas. Para entonces el almirante ya había oído hablar de otra gran isla cercana hacia el este y decidió explorarla, por lo que el 12 de noviembre abandonó el lugar.
Colón navegaba despacio, deteniéndose en el camino varias veces para deleitarse en las bellezas que vislumbraba y explorar las ensenadas y puertos naturales de la costa, incluida la bahía de Nipe. El 27 de noviembre desembarcó en Baracoa, que describió como la tierra más rica y mejor cultivada de las que hasta la fecha había visto, y donde permaneció hasta el 4 de diciembre, asombrado por las casas y canoas de sus habitantes. Por fin, el 5 de diciembre llegó al extremo oriental de la isla, el actual cabo Maisí, donde se internó en el mar y abandonó la isla de Cuba. Ese día, por la tarde, el almirante arribó a la nueva isla que estaba buscando, a la que llamó La Española.
Colón regresó a Cuba en su segundo viaje. El 24 de abril de 1494 el almirante zarpó del puerto de Isabel de la isla La Española con tres carabelas[03] rumbo a la isla Juana. Parece ser que su objetivo no era explorar la isla sino navegar lo más al oeste posible y resolver la duda de si Juana era isla o continente y, por tanto, averiguar cuan cerca o lejos estaban de la mítica Catay, que era el verdadero objetivo de los viajes de Colón. En esta ocasión decidió navegar por la costa sur de la isla, que parecía estar más al abrigo de vientos desfavorables.
El 29 de abril llegó a la vista del cabo Maisí; recorrió unas veinte leguas costeando por el sur y llegó a la entrada de gran bahía de Guantánamo, que bautizó como Puerto Grande, donde fondeó y desembarcó para contactar con los indígenas, que se mostraron amables en todo momento. El 1 de mayo continuó la navegación, teniendo los expedicionarios a la vista cumbres montañosas, ríos, amplios puertos naturales y numerosas playas donde se reunían los indígenas para contemplarles asombrados y a invitarles a comer sus frutos. Al llegar la noche la expedición se internó en la bahía que más tarde sería conocida como de Santiago de Cuba, donde ancló rodeado de la hospitalidad de los habitantes del lugar.
Su afán descubridor y las noticias de la posible existencia de oro en aquel lugar le hizo desviarse de su rumbo y navegar hacia el sur hasta descubrir una nueva isla, Jamaica. Colón fondeó el 5 de mayo en un lugar que llamó Santa Gloria. Al día siguiente navegó hacia el oeste en busca de un lugar donde reparar la nave capitana, que encontró a pocas leguas y que llamó Puerto Bonito. Al contrario de lo encontrado en la isla Juana, los indígenas se mostraron belicosos en todo momento, tratando de impedir la presencia de los extranjeros en sus aguas; pero nada pudieron hacer contra los petos, espadas y balas españolas. Después de tres días de reparaciones y hecho acopio de agua potable, Colón siguió navegando hacia el oeste hasta que la costa torció al sur. La falta de vientos favorables para seguir la exploración de Jamaica le hizo regresar a la suspendida exploración de la isla Juana.
De regreso a Cuba, el almirante continuó la navegación por la costa sur llegando el 18 de mayo al cabo de la Santa Cruz, en el extremo meridional de la bahía de Manzanillo. Al internarse en la bahía les cayó encima una violenta tormenta tropical que casi dio al traste con la expedición. Enredado en aquella peligrosa costa llena de bajíos y pequeñas islas, Colón navegó con gran precaución siempre a la vista de la costa y en permanente contacto con sus habitantes, a quienes no dejaba de preguntar sobre sus costumbre y geografía del lugar, creyendo que se dirigía a las tierras del gran Can.
Colón siguió la navegación hacia el oeste, costeando y hablando con los indígenas de los poblados costeros, quienes subían a bordo sin temor alguno, admirados y alegres, y regalaban sus pescados a los expedicionarios. El 3 de junio fue recibido con grandes agasajos en un pueblo grande donde hicieron aguada, recogieron víveres y se les ofreció todo tipo de alimentos. Reanudado el viaje, llegaron a la bahía de Jagua, o de Cienfuegos, adentrándose a continuación entre los numerosos bancos de arena y cayos existentes al sur de la ciénaga de Zapata, con peligro de encallar debido a la violencia del viento que encontraron en aquellas aguas. Por fin llegaron al extremo occidental de aquella parte de la costa y vieron que ésta torcía bruscamente al este y entraba en un amplio golfo, divisando altas montañas al fondo y una serie de islas al oeste. Habían llegado a la bahía de Batanabó, donde Colón ancló el 7 de junio. Tras enviar sendas expediciones de exploración al interior de la isla los dos siguientes días, Colón reanudó la navegación hacia el oeste, siempre costeando y observando a lo lejos las montañas, los bosques y la espesa maleza, así como diversas columnas de humo que se elevaban en el cielo y que indicaban la existencia de poblados cercanos.
Después de recorrer 1850 kilómetros (Cuba es una de las islas más largas del mundo) y tres meses de navegación, cansados los marineros, las naves en estado regular y con víveres escaseando, el 12 de junio de 1494, cuando se hallaba en la actual ensenada de Cortés, Colón se vio obligado a dar media vuelta y regresar. Pero antes, convocó al notario Juan Pérez de Luna e hizo que sus hombres firmasen un documento afirmando que la isla Juana era en realidad tierra firme continental, dado que nadie hasta la fecha había visto una isla con tanta extensión de costa como la que ellos llevaban recorrida, y que aún continuada delante de su vista. A pesar de la firma del acta, hay quien afirma que el almirante ya sospechaba que en realidad la tierra que estaban costeando pertenecía a una isla[04], y que probablemente paró la expedición para evitar la confirmación.
Cuando Colón dio la vuelta para regresar se encontraba a tan solo 120 kilómetros y dos días de navegación del cabo de San Antonio, situado en la punta occidental de la isla; de haberlo alcanzado habrían confirmado la insularidad de Juana/Cuba. Al día siguiente de iniciar su regreso a la Española la expedición fondeó en la costa norte de la isla de Los Pinos, que Colón bautizó como isla Evangelista y donde hizo aguada. La expedición se dirigió a la costa meridional de Cuba el 26 de junio y el 7 de julio fondeó en la desembocadura del río Jobabo, al norte de la bahía de Manzanillo. Allí los expedicionarios permanecieron descansando y debidamente agasajados por los indígenas hasta el 16 de julio. Decidido a continuar la exploración de Jamaica, Colón se dirigió hacia esta isla, cuyas costas exploró con vientos contrarios y lluvia, hasta que el 19 de agosto llegó al cabo Morante, extremo oriental de la isla, desde donde puso rumbo a la Española, frente a cuyas costas llegó cinco días después[05].