POSICIÓN DE NADOR

Nador es la primera población a la salida de Melilla hacia el sur, emplazada entre las faldas del Gurugú y la Mar Chica.

Nador está emplazada en el tramo final de la carretera de acceso a Melilla desde el interior del país, a la entrada de un paso que estrechan por el oeste las faldas del monte Gurugú, desde las que se domina completamente la población, y la Mar Chica por el este. La guarnición de Nador estaba formado por un heterogéneo grupo de fuerzas formado por:

  • La Plana Mayor de la Brigada Disciplinaria, al mando del comandante Juan Almeida Vizcarrondo, con unos 26 soldados, todos ellos en destinos administrativos.
  • Una sección de la 1ª Compañía Provisional del regimiento de Infantería "Ceriñola" nº 42 al mando del teniente don Enrique Navasa Pérez, con unos 46 soldados.
  • Un puesto de la 3ª Compañía de la Guardia Civil, al mando del teniente don Ricardo Fresno Urzáiz, con unos 24 guardias.
  • Un puesto de la 2ª mía de la Policía Indígena, al mando del teniente don Juan Bordonado Chapela, con 23 policías de Infantería y 33 de Caballería.

Esta guarnición era escasa para la defensa de un poblado del tamaño que ya tenía Nador en aquellos años y, además, no poseía posiciones defensivas, sino edificios para cuartel, pues las fortificaciones que se hicieron en su día para proteger la población se habían abandonado y desmantelado desde que la línea de frontera se adelantó al Kert tras la guerra de 1910, y 130 kilómetros más al oeste desde que el general Silvestre inició los avances un año antes, por lo que se consideraba que Nadro estaba muy segura en plena retaguardia por estar tan próxima a Melilla.



Posiciones de la circunscripción de Nador.

Así lo expuso el teniente coronel jefe de la Brigada Disciplinaria, don Francisco Pardo Agudín, en un momento tan temprano como fue la reunión de Jefes de Cuerpo que convocó la Comandancia General el 22 de julio a las 17:00 horas, donde añadió que la única forma de defender Nador era disponiendo un nutrido número de fuerzas, superior al existente, y ocupar con ellas el reducto y el fortín de Arbós; además, como la aguada se encontraba a unos dos kilómetros, en esta situación procedería evacuar la población de Nador, que comenzaba a demandarlo al ver aparecer por el pueblo grupos de soldados demacrados, algunos heridos, sin armamento, en completo estado de abandono y sin disciplina alguna, relatando los hechos ocurridos a lo largo del día. La Comandancia General le negó el permiso a evacuar y le dijo que tratara de apaciguar a la población civil.

El 23 de julio el teniente de la Guardia Civil estaba en el servicio de vigilancia de la estación de tren; allí vio los vagones llenos de tropas totalmente desmoralizadas. Consideró su deber detener a todos los soldados que portaban armas y entregarlos en la Comandancia Militar de Nador. Ese día el goteo de huidos se convirtió en una riada humana de coches con familias de civiles huyendo del interior del territorio; vehículos militares transportando lo mismo soldados que oficiales, heridos o sanos, en un estado lamentable y destrozado su ánimo, algunos con armas; soldados aislados o en grupo, algunos descalzos, otros con el cerrojo del fusil, todos sin disciplina alguna; columnas de ganado sin conductores, y sin ningún orden, excepto una de mulos de Artillería, que pasó ordenada transportando nada más que a los soldados que los montaban, y otra de Intendencia que pasó cargada con orden y disciplina. Esa noche una fuerza de unos 20 guardias civiles, con su teniente al frente, se instalaron en el interior de la iglesia con cajas de municiones. También durante la noche de ese día el teniente coronel decidió la concentración de todas las fuerzas disponibles en la fábrica de harinas y electricidad de la Compañía Colonizadora de Industria y Comercio, cuyo edificio era de buena calidad, con agua, trigo y cebada en su interior, y el mejor de Nador desde donde acometer una defensa, como paso previo a la posterior evacuación de las fuerzas a Melilla.

A las 01:00 horas de la madrugada del 24 de julio el teniente coronel Pardo tocó llamada desde el campamento de la Brigada Disciplinaria. Acudieron todas las fuerzas de Nador, incluidos los guardias apostados en la iglesia, que formaron delante del campamento. La llamada acabó de producir el pánico a la población civil, que salió a toda prisa de la población, bien a pie, bien por carretera, en dirección a Melilla. Al amanecer un paisano fue testigo de que a Plaza de España de Nador seguían llegando de fuerzas en pequeños grupos, incluso oficiales y jefes solos, en un lamentable estado de total extenuación y desastrados de ropa.

La guarnición de Nador acudió a la fábrica citada para aprestarse a la defensa. Para engrosar sus efectivos, trataron de detener a cuantos soldados en retirada llevando armas pudiesen; al final, tras forcejear con los huidos, que se escapaban en cuando tenían oportunidad, lograron unir a la defensa a unos 70 soldados más, algunos sin fusil, que hubo que dárselos del almacén de la Brigada.

Sobre las 09:00 horas de la mañana los rifeños comenzaron a entrar en Nador, disparando sobre las tropas españolas no refugiada aún en la fábrica, ocasionando con ello el desconcierto en aquellas, que entraron en la fábrica buscando refugio a toda prisa. Mientras tanto, en el campamento de la Brigada Disciplinaria acababan de enviar en el último tren para poner a salvo en Melilla la bandera de la Brigada, unos 125 fusiles y 40 cajas de municiones; el resto fue quemado en el almacén del campamento para librarlo del saqueo que se estaba ya iniciando en el interior de la población.

Ese día comenzó el asedio de la fábrica de harinas de Nador, que duraría hasta el día 2 de agosto.

Iniciado el asedio a la fábrica de electricidad y harinas de Nador, los moros aumentaron la concentración de fuerzas alrededor del edificio y redoblaron sus ataques, de manera que los defensores tuvieron que sostener el fuego de fusilería desde el primer día. Posteriormente los rifeños trataron de prender fuego a la fábrica arrojando sobre ella haces y sacos de paja impregnada en petróleo. También los moros arrojaban granadas de mano; en una ocasión lanzaron dos bombas, cuya explosión pudieron evitar los defensores, y con cargas de dinamita los moros lograron abrir una brecha en la pared de la fábrica.

Nada más comenzar la defensa de la fábrica en Nador, el teniente coronel Pardo escribió una carta al coronel JEM de Melilla fechada el mismo 24 de julio, que fue llevada a la plaza por un soldado que se ofreció voluntario para ello, que salió del edificio con intención de dirigirse a nado por la Mar Chica. En ella el teniente coronel exponía sus condiciones de defensa y el decaimiento de moral y salud de la tropa, y solicitada, "como caso de conciencia", ayuda para la evacuación de la fábrica por la zona del muelle. No sabemos si la carta llegó, pues no hay constancia de ella.

La noche del 25 al 26 de julio, desde Melilla enviaron un convoy marítimo con suministros para los defensores de Nador, con intención de desembarcar en la Mar Chica, pero fue descubierto por los rifeños, que frustraron la acción.

El 26 de julio los defensores lograron establecer contacto con los heliógrafos del Atalayón y Sidi Hamed el Hach, posiciones ocupadas ese mismo día. Por este medio el general Berenguer anunció que "espero no tardar dos días en ir y que conviene resista".

Los españoles se habían encerrado en el edificio sin suficientes municiones ni víveres, que empezaron a escasear desde el primer día; tan solo contaban con harina de cebada y trigo que había en la fábrica. La falta de agua se sintió desde el 27 de julio, pues ese día los rifeños cortaron la tubería de suministro de agua, por lo que los defensores tuvieron que comenzar a beber el agua salobre de un pozo existente en el interior de la fábrica.

Desde bien pronto los moros intimaron la rendición de los españoles. Así lo hicieron el día 26, en que prometieron dejarles salir del edificio a cambio de dejar sus armas, y cederles unas barcas para embarcar en ellas hacia El Atalayón. Si bien las propuestas fueron desoídas al principio, cuando se puso de manifiesto que no vendría socorro desde Melilla comenzaron a tenerlas en consideración.

El 29 de julio los moros emplazaron un cañón frente a la fábrica y lo dispararon con poca fortuna. Dos días más tarde, el 31 de julio, fueron los españoles quienes dispararon la batería de cañones emplazada en El Atalayón sobre las concentraciones de rifeños que se veían en Nador, lo que no impidió que los moros, a su vez, dispararon de nuevo fuego de cañón contra la fábrica, esta vez con gran acierto y eficacia.

Ese mismo día los rifeños repitieron la oferta de capitulación; esta vez fue el teniente coronel quien habló con los moros, de forma que esa misma noche el cabo Laureano Lozano, de la Guardia Civil, salió de la fábrica y, acompañado de unos moros, se dirigió al Atalayón para pasar las condiciones de capitulación al general Berenguer. La noche del 31 de julio y todo el día 1 de agosto los moros cesaron prácticamente el fuego sobre la fábrica, en espera quizás de los términos de las conversaciones en Melilla; pero el general Berenguer rechazó la propuesta porque consideraba que no se habían agotado los recursos de la defensa, y porque Nador le sería muy útil en su plan de avance. Este rechazo provocó que la noche del 1 de agosto se recrudeciera el fuego de nuevo, que fue muy intenso hasta las dos de la madrugada del día 2.

A las 08:15 horas del 2 de agosto el teniente coronel Pardo recibió un telegrama del general Berenguer en el que le decía que no capitulara, "que sería muy conveniente demorar seis o siete días", que era el plazo de tiempo que el general estimaba en poder llegar a Nador para socorrerles. Aquello acabó por decidir al teniente coronel.

A las 09:00 horas del 2 de agosto volvió a presentarse un parlamentario frente a la fábrica, renovando las condiciones de la capitulación, si bien ahora decía que cuatro de sus jefes les acompañarían andando hasta El Atalayón a modo de escolta, y añadiendo que la oferta se mantendría hasta las 13:00 horas del día. El teniente coronel Pardo convocó una reunión de oficiales para escuchar su parecer antes de tomar una decisión. Unánimemente todos se mostraron de acuerdo en la inutilidad de proseguir la defensa y el sacrificio de más vidas de soldados y civiles, y votaron por aceptar la propuesta del enemigo. Tomada su decisión, el teniente coronel Pardo hizo salir al comandante Almeida para parlamentar con Mizzian, el jefe de la harca, y ultimar los detalles.

En el patio exterior de la fábrica los defensores reunieron sus 150 fusiles, de los que habían logrado inutilizar 70, y los 3.000 cartuchos que les quedaban; a las 11:30 horas salió la guarnición llevando a los heridos y enfermos delante, siendo acompañados por los jefes moros que portaban bandera blanca. Llegaron al Atalayón sobre las 13:00 horas, donde los españoles recogieron a los primeros en ambulancias, siendo el resto conducido hasta la Segunda caseta para embarcar en un tren hacia Melilla.

La capitulación de Nador fue la única que respetaron los rifeños de todas las que hicieron los españoles aquellos días.


FUENTES: