DECLARACIÓN DEL COMANDANTE D. RAFAEL SANZ GRACIA


Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 1.354 lo siguiente:

Al margen: Declaración del testigo comandante D. Rafael Sanz Gracia.

Al centro: En Melilla, a 16 de octubre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el  secretario que suscribe, compareció el testigo que se nombra al margen, quien, advertido de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas señaladas al delito de falso testimonio, fue juramentado con arreglo a su clase, y 

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que se llama D. Rafael Sanz Gracia, que es comandante del regimiento de Infantería de Melilla, número 59, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo de destino en el Cuerpo y dónde se hallaba al declararse los sucesos en este territorio, dijo que se incorporó al regimiento en 1° de octubre de 1920, siendo destinado al tercer batallón, y que al declararse los sucesos se encontraba en la posición de Dar Quebdani, de la cabila de Beni-Said.

PREGUNTADO por la situación y condiciones de la posición de Dar Quebdani, dijo que estaba situada en una eminencia de unos 100 metros de altura, que descollaba sobre el camino carretero de Kandussi, ligeramente dominada en uno de sus lados por una pequeña loma a cincuenta o sesenta metros al Este de la posición y por Oeste por una casa indígena que fue preciso ocupar. Constituía la posición un parapeto de piedra seca y altura normal, de un perímetro rectangular de unos cien metros rodeado de alambrada de tres piquetes. Este parapeto no existía en su totalidad cuando el declarante tomó el mando de la posición, confiándose en la tranquilidad que reinaba en el territorio; pero al perderse Abarrán llegaron a su conocimiento rumores de que en el próximo zoco del martes se iba a leer una carta de los rebeldes excitando a los indígenas a que adoptaran su partido; en previsión, el declarante hizo que se completara el parapeto y la alambrada para asegurar la posición.

La aguada estaba un kilómetro próximamente al Sudoeste y para cuya protección se ocupó últimamente una casa próxima. La guarnición estaba constituída por dos compañías del regimiento de Melilla, pertenecientes a la columna de Kandussi, y dos secciones de otra compañía de posición del mismo Cuerpo, cuya tercera sección estaba destacada en Tixingart. No puede precisar la existencia de víveres por existir allí un depósito de Intendencia, del que se proveían tanto esta posición como otras próximas. Existían de municiones un repuesto de veinte cajas para fusil, aparte de las dotaciones reglamentarias, y alrededor de doscientos disparos correspondientes a las dos piezas Krupp fijas que habían quedado en la posición servidas por un sargento, un cabo y diez soldados.

PREGUNTADO si la posición era revistada por el jefe de la circunscripción al algún otro del Cuerpo, dijo que recuerda haber visto en ella, durante el tiempo de su destacamento, un par de veces al coronel jefe de la circunscripción y una vez por lo menos al teniente coronel en funciones de tal.

PREGUNTADO cómo se declararon los sucesos en la posición, dijo que hacia mediados del mes de julio empezaron a oír cañoneos diarios, intenso en ocasiones en a dirección de Annual y aun algunas noches fuego nutrido de ametralladoras y fusilería, que despues supieron habían sido provocados por los ataques a Igueriben. En la noche del 21 al 22 recibió un telefonema de la Comandancia diciéndole que a las cinco de la madrugada se presentaría la columna de Kandussi, al mando del coronel de su regimiento, a la que debían incorporarse las dos compañías de había en la posición para continuar todas reunidas con dirección a Afrau, debiendo quedar el testigo en la posición, si bien logró que se modificase esta última parte de la orden permitiéndole marchar con la columna.

Después de tocar diana, preventivamente a la tres, para poder incorporarse a la columna, recibió otra orden de la Comandancia para que a la llegada de ésta se detuviera hasta que se le comunicaran instrucciones. A la hora marcada llegó la columna, constituída por cuatro compañías de fusiles, una de ametralloras y una batería de montaña, mandada por el coronel del Cuerpo don Silverio Araújo, a quien comunicó la orden de permanecer allí. Esta orden también fue comunicada por el comandante de Estado Mayor Fernández, que coincidió con la columna. La fuerza hubo de vivaquear entre la alambrada y el parapeto. Aquella mañana alguien dijo que Annual estaba sitiada por el enemigo e incomunicada, especie que acogieron con cierta reserva por creer contaría con medios para una defensa eficaz. Al comenzar la tarde llegaron el capitán Longoria y el teniente Martínez Baños, que les informaron de la caída de Annual. Llegó después el jefe de Beni-Said Kaddur Namar, quien dijo al coronel que si querían marcharse lo hicieran en el día, pues al siguiente sería tarde para ello.

Reunidos los jefes para comentar particularmente estas noticias, entendían el teniente coronel López Gómez y el declarante que lo procedente era consultar al Mando si marchaba la columna a situarse en la línea del Kert para cubrirla y defender la plaza, que sabían estaba totalmente desguarnecida, o si, como entendía el primero, era acaso más conveniente marchar a Dríus para reunirse allí con la fuerza y constituir un núcleo defensivo. Pero tanto el jefe de Estado Mayor como el coronel entendían que no procedía la consulta. Dispuso el coronel, por el contrario, que marchase un convoy a Kandussi para traer cuantos víveres y municiones se pudiera, servicio de que fue encargado el declarante, al mando de una compañía que salió antes de las nueve de la noche y regresó, cumplida su misión, al amanecer sin encontrar a la ida ni a la vuelta enemigo.

Hallaron en Kandussi solamente dos secciones, fuerza que el jefe de la posición consideraba muy escasa, hasta hacer imposible la defensa, pues distribuídos todos los hombres en el parapeto resultaban a distancia de unos veinte metros. Había también allí población civil, alarmada por las noticias que un capitán de la Policía había llevado y se proponían salir para la plaza en las primeras horas de la mañana, como el oficial comandante por su parte apremiaba. Recogieron 99.000 cartuchos y los víveres y leña que pudieron transportarse. Después de haber descansado un rato el declarante, a quien despertó el ruido de un motor, se enteró de que había pasado un aeroplano y arrojando una bomba hacia Tuguntz, que el testigo vió explotar, y supo también que el comandante de Estado Mayor Fernández y el capitán ayudante de la columna habían marchado con los automóviles a Dríus para evacuar personalmente una consulta relacionada con la situación. A media mañana, y cree el testigo que, transmitida por el comandante Fernández, desde Dríus, recibió el coronel la orden de retirada sobre la línea del Kert, determinando los puntos a que debían encaminarla las fuerzas de las distintas posiciones. Esta orden fue reiterada poco después desde Batel por el capitán ayudante, que dijo que no se podía incorporar por estar interceptado el camino, pero que lo haría con los refuerzos que le habían anunciado se enviarían.

Ha sabido después el testigo que se recogió por teléfono de la posición un despacho, comunicando que se atacaba el convoy de Buxada. En la misma mañana empezaron a verse transitar por el campo pequeños grupos de moros armados, y supieron por un individuo que llegó de Sidi Abdalah que el convoy que venía a hacer el suministro para dicha posición había sido atacado y disperso por el enemigo, robándole los mulos, entre la aguada de la posición y Quebdani, pues es de advertir que el camino que une a estos dos puntos no está protegido por el fuego del uno ni del otro. Se transmitió la orden de retirada a todas las posiciones de Beni-Said, dependientes de la circunscripción, señalándose la hora de las dos de la tarde para hacerla simultánea en todas ellas. Poco después ardía Timayast, y se enteraron de que Sidi Abdalar y Dar Buzian (Alcazaba Roja) habían sido evacuadas. El coronel jefe dió la orden de que estuvieran prevenidos para la retirada y se inutilizasen las piezas de posición, así como las municiones que no pudieran llevarse.

Recuerda el testigo dos episodios cuya sucesión no puede precisar, y que fueron la llegada de Kaddur Namar, protestando con indignación del incendio y abandono de las posiciones, al ver arder la de Timayast, y el llamamiento, por el coronel, de dicho Kaddur y otros jefes de cabila, para decirles que España abandonaba transitoriamente las posiciones con sus repuestos, de los que ellos podían usar, pero sin destruirlas, porque en breve volverían las tropas a hacerse cargo de ellas y a mantener el régimen establecido. También les encargó el coronel que procuraran evitar que la cabila agrediera a la columna en retirada. Había transcurrido escasamente una hora cuando el coronel fue llamado por teléfono desde Dríus por el general Navarro, quien le dijo le había informado el capitán Longoria de que se levantaría la cabila de Beni-Said si se abandonaban las posiciones, por lo que debía examinar con dicho capitán otra solución más conveniente y consultársela antes de realizarla. Habló el coronel con Longoria, que le propuso tomar como línea defensiva la formada por las posiciones de Yaref-el-Bach, Chemorra, Erguima, los Draas, Hach-el-Merini, de las que todas estaban desmanteladas, a excepción de la primera, ocupada por la Policía, y uno de los Braas.

El coronel no encontró la proposición aceptable y marchó al teléfono, pero no pudo ya comunicar con Dríus, por lo que dió contraorden a todas las posiciones que había mandado retirar para que se mantuviera. Esta orden no fue contestada por Dar Buzian, ni por Sidi Abdalah, ni Timayast. Uno de los jefes moros que había en la posición, acaso Si-Hamú, a instancia del coronel, ofreció su casa próxima a la aguada para que la ocupase una fuerza que sirviera de protección a ésta, designándose a la compañía de voluntarios, sexta del tercero, para que lo efectuara con los elementos escasos de fortificación de que disponía, desde luego insuficientes. Al empezar los trabajos el enemigo rompió el fuego contra ella, sin cesar de hostilizarla hasta la evacuación de la posición principal, sin que hubiera sido posible enviarla socorros de ninguna clase.

En la mañana del 25, por telégrafo de banderas, demandó con apremio dichos auxilios, contestándole por igual medio que estuviera atenta a lo que se verificase en la posición principal y siguiera el movimiento de su guarnición, que de cualquier modo sería de retirada hacia Kandussi o a la plaza. Esta comunicación no pudo ser atendida por la compañía, según ha sabido después el declarante. Presentados posteriormente unos moros con bandera blanca, manifestando que se había concertado la entrega de armamento y la evacuación de la posición, el capitán, conoce por referencias, se negó a efectuarlo, diciendo que se replegaría sobre la posición principal; pero renovada la agresión, herido el capitán y dos oficiales, el resto de la guarnición trató de abrirse paso, pero dispersos y perseguidos perecieron en su mayor parte.

En la posición principal se había hecho aguada el día 22, por la tarde, y al tratar de hacerla el día 23 el enemigo, amparado de una que domina la aguada, pero que no era contrabatida por dicha casa que la protegía, impidió enérgicamente efectuarla, y como era ya el atardecer se desistió de hacerla hasta el día siguiente, disponiendo en su vista racionar la gente. En la tarde de este día se vieron arder las posiciones de Dríus, Tisingart, Kandussi y alguna otra que no recuerda. Durante la noche de este día el enemigo hostilizó la posición, no siendo contestado.

El 24, por la mañana, se renovó el intento de efectuar la aguada bajo la protección de una compañía, a la que el enemigo causó varias bajas con sus certeros fuegos, obligándole a replegarse. Llegó por entonces un oficial de la Brigada disciplinaria, procedente de Mehayast, por el que se enteraron de la caída de todas las posiciones del frente. La tarde del mismo día vieron aproximarse un grupo de soldados con bandera blanca, que al estar cerca avisó por toques de corneta y contraseña del regimiento que no se les hiciera fuego, destacándose de él un oficial, que les dijo eran los restos de la guarnición de Tisignore y de la de Dar Buzian, que se había replegado sobre ella y que se había rendido. Esta posición, por la mañana, encontrándose rodeada de enemigo, sin agua, sin posibilidad de obtenerla, pidió instrucciones a Quebdani por heliógrafo, respondiéndole que adoptara la más propia de su espíritu y honor. Consideraron ésta, según cree el testigo, la de capitular, y una vez entregado el armamento fueron agredidos por los moros. De unos 120 hombres, que próximamente habría en esta posición, llegaron a la vista de Quebdani unos 40. Quedaron en Quebdani este teniente parlamentario y los dos soldados que le acompañaban, llevándose los moros el grupo principal, no sabe le testigo con qué dirección.

Ante lo apurado de la situación, decidió el coronel llamar a los jefes moros para tratar con ellos. No acudió Kaddur Namar y sí otros dos cuyos nombres no recuerda el testigo ciertamente, proponiéndoles el coronel que permitieran hacer la aguada por dinero, concertándolo así por 1.000 pesetas, de las que se entregaron 500 inmediatamente. Los jefes ofrecieron que si no podían hacer la aguada en la misma tarde pasarían la noche sin hostilizarlos y les protegerían la aguada al día siguiente, pudiendo todas las fuerzas abandonar la posición y marchar con su armamento a través de la cabila hasta la desembocadura del Kert, donde deberían embarcar. El pacto no fue respetado, pues no se hizo aguada ni cesaron de hostilizar por la noche. Esta misma tarde las posiciones de Tungunt y Ulad Aixa hicieron urgentes peticiones de auxilio por encontrarse en una situación comprometidísima, contestándoles el coronel que se mantuvieran como pudieran, y además a Tuguntz que procurara retirarse a Quebdani, en caso de no serle posible sostenerse, a la otra posición no se le dijo lo mismo por su situación aislada. Todavía se recibió después un despacho de Ulad Aixa, diciendo que en aquel momento era asaltada. Cortadas las comunicaciones telefónicas, los telegrafistas quisieron establecer las ópticas, no consiguiéndolo con ninguna posición.

En la madrugada del 25 se presentaron dos soldados procedentes del fortín de Tixingart, donde se había replegado la avanzadilla del mismo nombre, y por ellos supieron que la guarnición, al intentar salir, fue atacada y muerta por los moros, pudiendo escapar solamente ellos. Otros dos soldados procedentes de Draa, que se presentaron al mismo tiempo, les informaron que había ocurrido lo propio en esta última posición, a la que se había replegado la fuerza que había en Sidi Abdalah. Presentáronse el mismo día unos emisarios de Kaddur Namar, proponiéndoles rendirse y entregar las armas y en lo demás observar lo ofrecido anteriormente de llevarles al Kert. Habían cesado las hostilidades durante este parlamento, pero las reanudaron los moros matando a un soldado, por lo que salieron los emisarios al parapeto y consiguieron cesaran de tirar.

El coronel reunió a toda la oficialidad, exponiéndoles lo apurado de la situación y las tres soluciones que a la misma se presentaban, y que eran: la de quedar resistiendo en la posición, con aguas muy sangrientas, hasta perecer; la de abrirse paso por la fuerza a través de los sitiadores, que también había de ser muy costosa en opinión del testigo, de quien es también opinión lo de las aguadas sangrientas, y una tercera que, por la forma en que fue expuesta, entiende el testigo que el coronel la consideraba inadmisible, y que consistía en rendirse con arreglo a lo propuesto por el enemigo. Un oficial, que el testigo no recuerda, dijo que esta proposición era aceptable como comienzo de la deliberación, y entonces el coronel, cortándole la palabra, suspendió la junta y dispuso que todos dieran su opinión por escrito. La opinión del coronel era la de quedarse en la posición, la del teniente coronel la de abrirse paso y la del testigo "morir matando"; por esto quedaron mal impresionados de la anterior reunión, y juntos, cuando fue entregando la oficialidad sus opiniones, que leían indistintamente los tres jefes, correspondió hacerlo al testigo de seis u ocho, todas ellas conformes con la rendición, que según tiene entendido alcanzó unas dos terceras partes de los votos. Algún oficial opinó que debía consultarse a la tropa, manifestándoselo así el declarante.

El coronel, al ver la mayoría, dijo que ya sabía la resolución que por lo que a él atañe debía adoptar, suponiendo el testigo que ésta era rendir el puesto y suicidarse después, tratando de disuadirle de esta fatal solución. Mientras tanto, y hallándose en suspenso el fuego, los moros se iban acercando a la posición a la que el coronel había llamado a Kaddur Namar. Un capitán comunicó la actitud del enemigo al coronel, que dispuso que si seguían acercándose se rompiera contra ellos el fuego. En este punto, el testigo que, en previsión de la retirada, había mandado dar sepultura a dos muertos que tenía, al volver de ver si se había cumplido la orden, se encontró con que la gente huía y saltaba el parapeto hacia la parte de la puerta, marchándose en tanto que la posición era invadida por los moros.

En este punto, el señor general instructor, en atención a haber transcurrido cinco horas en esta declaración, acordó suspenderla, leyéndola al testigo por sí mismo y deseando aclarar en ella que la conferencia que tuvieron su coronel con el capitán Longoria, por orden del general Navarro, fue telefónica, pues dicho capitán se encontraba en Yarsf-el-Bach, cabecera de su mía.

Con esta declaración el testigo se ratifica en lo declarado y firma con el señor general instructor, de lo que certifico.-

Rafael Sanz. (Rubricado.)
Juan Picasso. (Rubricado.)
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)

Y para que conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor consejero instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.-

Angel Ruiz de la Fuente.
V° B°: Ayala.